Halloween, una fiesta mundialmente famosa, se encuentra arraigada en distintas culturas y celebraciones, aunque con diferentes denominaciones, pero con un mismo eje: la muerte, los espíritus y las almas. Hoy vamos a desentrañar un poco más sobre esta icónica celebración.
Origen y mitos. Es una celebración de muy antigua data. La más antigua conocida es la celta llamada Samhain, que tenía tres motivos. Justo el 31 de octubre (según el calendario romano y actual), los celtas celebraban el final de su año; segundo, la cosecha, ya que en esos días de octubre y principios de noviembre se presentaba la Luna llena más cercana a la Tierra; y, por último, la creencia de que los espíritus, tanto buenos como malos, se hacían más presentes, permitiendo rituales de magia y sacrificios. En estas fechas, los espíritus malignos eran ahuyentados con nabos tallados en forma de rostro y antorchas. Los niños recogían ofrendas de las casas disfrazados para espantar a los malos espíritus y entregarlas a los druidas, quienes se encargaban de deshacerse de los espíritus malignos mediante sacrificios humanos y animales, junto con las ofrendas. Con la expansión del Imperio Romano, considerado salvaje tanto sacrificio, el Papa Gregorio IV trasladó la festividad de Todos los Santos, celebrada en mayo, al 1 de noviembre, con el fin de fusionar ambas celebraciones.
Otras culturas también honran a los muertos en estas fechas. En la cultura inca, en noviembre se celebraba la fiesta de Markay Qilla o mes de cargar a los muertos, donde llevaban las chullpas (cadáveres momificados) de sus muertos a sus casas, pues se creía que en esos días las almas adquirían las mismas necesidades de los vivos. Se les vestía con ropas nuevas y se les ofrecía bebida y comida, con la creencia de que los espíritus de los difuntos bendecirían una buena cosecha. En época precolombina, se intercambiaban ofrendas entre familias, pero luego de la colonia, la fiesta cambió por el Día de Todos los Santos y el Día de los Muertos, sustituyendo las ofrendas por cánticos y rezos en honor al difunto, agradecido con los conocidos tantawawas (pan de muerto).
En México, también se celebra con matices similares a Bolivia. Desde la época precolombina, se conmemoraba a los muertos entre finales de octubre y principios de noviembre. La muerte era vista como el inicio de un viaje hacia el Mictlán, donde las almas enfrentaban desafíos hasta llegar a los pies de Mictlantecuhtli, señor de los muertos, a quien se le ofrecía algo para lograr el descanso eterno.
Jack O’ Lantern. En EE. UU., encontramos la historia de Stingy Jack, un hábil y ruin estafador que engañó al mismo Satanás. Tras su muerte, no fue aceptado ni en el cielo ni en el infierno. Satanás le lanzó unas brasas, y Jack talló un nabo para sostenerlas, convirtiéndose así en el errante Jack O’ Lantern. Posteriormente, debido a la abundancia de calabazas en estas fechas, se sustituyeron los nabos por calabazas talladas.
Evolución. Con el paso del tiempo, la festividad ha cambiado. Los inmigrantes irlandeses popularizaron el uso de calabazas y disfraces en EE. UU., y en 1921, Minnesota organizó un desfile y hoguera, dando pie a su comercialización. En 1970, con el éxito de la película «Halloween» de John Carpenter, la celebración se expandió mundialmente, aunque en muchos países se ha vuelto más comercial.
Mención honorífica. En países como México y Bolivia, se realizan ofrendas en el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos, donde se cree que las almas regresan a este plano. En ambos países, las mesas de ofrendas y el Mast’ak’u en Bolivia son similares y están llenas de pan de muerto y las comidas favoritas del difunto, llenando de alegría y nostalgia los hogares y cementerios.