Una nueva adaptación de la obra de Stephen King finalmente ha llegado después de varios retrasos significativos. La historia sigue a Ben Mears (Lewis Pullman), un escritor que vuelve al pueblo donde creció, Jerusalem’s Lot, para buscar inspiración para su próxima novela. Sin embargo, pronto se da cuenta de que el lugar está siendo acechado por un vampiro. Anunciado originalmente en 2019, el proyecto estaba previsto para estrenarse en cines en 2022, pero entre los efectos de la pandemia y la huelga de actores, todo se complicó. Tras ver el resultado, queda la impresión de que, además de los contratiempos, el estudio quizás no confiaba plenamente en la producción desde el principio.
Durante la postproducción, se anunció que Nathan Barr y Lisbeth Scott habían escrito la música de la película.
El reparto cuenta con actores capaces, pero el guion, que también fue escrito por el director, Gary Dauberman, no les brinda el material necesario para brillar. Los personajes se sienten planos y no logran conectar con el espectador, pareciendo más un complemento de la trama que individuos con los que empatizar. La falta de química entre los actores es evidente y afecta negativamente al resultado final. Como adaptación, se queda corta. Se siente apresurada, queriendo incluir demasiados elementos sin darles el tiempo necesario para desarrollarse. En contraste con el libro y la miniserie de 1979, que supieron manejar mejor el ritmo y profundizar en los personajes, esta versión se queda a mitad de camino, sin conseguir que la trama ni los personajes cobren vida de manera convincente.
A nivel visual, la película tiene algunos méritos. Hay ciertas imágenes atractivas, y el diseño de producción, en especial con los coches y otros elementos de época, están bien logrados para recrear los años 70. Aunque no se conoce con exactitud el presupuesto, los efectos digitales, sin ser impresionantes, cumplen su función de manera correcta. No hay grandes fallos, pero tampoco algo que destaque. El manejo del suspenso también deja mucho que desear. En lugar de generar tensión o miedo, muchas escenas caen en lo exagerado, provocando en ocasiones risas no buscadas debido al absurdo de algunas situaciones. Esto es especialmente palpable en la parte final, donde la narrativa se descontrola, volviéndose caótica y difícil de seguir.
Kurt Barlow (Alexander Ward) no es para nada igual a su descripción de la novela. En esta versión, el vampiro principal es una mezcla extraña entre Marilyn Manson y la monja de The Nun (2018) (película que Dauberman, también guionizo) y esto es algo en lo que hemos coincidido muchos fans de aquella novela. Aunque no es una película completamente desastrosa, sí resulta ser una decepción. Con mejores decisiones, podría haber alcanzado mucho más. Sin embargo, lo que queda es una producción que no aprovecha las oportunidades que tiene y que carece de ideas frescas. Es sorprendente que el propio Stephen King, elogie este producto. Entiendo que tiene que venderla y promocionarla, pero…no es una buena película, y flaco favor hace King a su propia obra.
NOTA: ★★ (4/10)