El cineasta norteamericano Robert Eggers podría considerarse ya dentro de los directores de terror más talentosos de la actualidad. Con tres gloriosos largometrajes, cada uno con su sello distintivo y sin embargo, diferentes y aterradores por sí solos —‘The VVitch (2015), ‘The Lighthouse’ (2019) y ‘The Northman’ (2022)—, la cuarta entrega de Eggers llegó a salas mexicanas apenas iniciado este 2025.
‘Nosferatu’ (2024) es el esperado segundo remake del clásico de 1922 ‘Nosferatu, eine Symphonie des Grauens’, representante indiscutible del expresionismo alemán, llevado a la pantalla en esos años por el cineasta germano Friedrich Wilhelm Murnau y protagonizado por el mítico Max Schreck como el Conde Orlok, y Greta Schröde como Ellen, entre un sin fin de polémicas, derechos de autor y destrucción de copias del largometraje, ya que fue una adaptación sin permiso de la novela ‘Drácula’, del escritor irlandés Bram Stoker. Luego, en 1979, el director Werner Herzog dirigió el primer remake, ‘Nosferatu – Phantom der Nacht’, con Klaus Kinski e Isabelle Adjani.
Ambos filmes le dieron a la figura del vampiro gran parte de su imaginería, presencia e impacto en la cultura no sólo en cuanto a cinematografía, sino también en la estética gótica de algunas subculturas.
Con base en lo anterior, Robert Eggers revitaliza el mito con este remake que cuenta con un reparto actual impresionante, con intérpretes de la talla de Willem Dafoe, Bill Skarsgård, Aaron Taylor-Johnson, Nicholas Hoult, Lily-Rose Depp y Emma Corrin, y que retoma esas atmósferas lúgubres, opresivas e inquietantes de sus predecesoras, pero presentando a un Conde Orlok (Skarsgård) más históricamente adecuado a la vieja usanza de los cosacos —señores guerreros de la antigua Europa oriental eslava—, pues se caracterizaban por sus tupidos bigotes, entre otros elementos de atavío.
El filme, fiel a la esencia de las de 1922 y 1979, nos regala una historia perturbadora y oscura, repleta de imágenes sublimes, paisajes góticos y personajes que logran transmitirnos la angustia y el horror del que son presas. Hay una secuencia de posesión que me pareció brutal, así como la escena final, cargada de sacrificio y significado.
No es, para mí, la mejor película de Eggers, sin embargo, no deja de ser un largometraje digno de valoración para todos los que adoramos el cine de terror, así como la figura del vampiro que se respeta y que, por suerte, no brilla con la luz del sol.