El Manchay Phuytu
En la mitad del siglo XVIII, vivió en la villa Imperial de Potosí el cura Indígena Antonio De la Asunción, originario de Chayanta, quien era párroco, llego a ese puesto gracias a su sagacidad y a su talento, dones que le permitieron que un acomodado español costee sus estudios en el seminario, siendo un joven seminarista, este se convirtió en un talentoso músico y poeta, creando versos en quechua y componiendo música capaz de evoca la esencia del espíritu andino. Al no tener parientes en Potosí, el vivía solo, y para la atención de la casa parroquial tomo los servicios de una campesina, extraída de las comunidades indígenas aledañas a la ciudad, llamada Maria de Cusillimari, una domestica muy joven y hermosa, dotada de grandiosas cualidades, realizaba sus trabajos con gran diligencia.
Antonio, quien llevaba una vida celosamente sacerdotal, no solía hacer ninguna vida social, como otros curas, él en lugar de socializar prefería permanecer en medio de sus libros o rodeado de sus instrumentos musicales, siendo la quena su instrumento favorito. Por lo que se veían obligados a convivir, patrón y doméstica, lo que hacía que estos conversara y poco a poco se acercaran, y sin que se diera cuenta el cura empezó a descuidarse de sus horarios de rezos.
Poco a poco y sin que estos se den cuenta, germino en ellos una enorme pasión y amor, tan fuertes que los amantes olvidaron sus posiciones y su religión, en especial para el sacerdote, quien llego a amar con gran locura, por lo cual con el paso del tiempo el único motivo por el que Antonio salía de su vivienda para ir a dar misas y nada más.
Poco a poco la sociedad empezó a comentar los chismes del comportamiento amoroso del cura, llegando poco a ´poco a los oídos del Arzobispo de la ciudad de La Plata, quienes decidieron cortar de raíz los comentarios y chismes. Por lo cual destinaron al padre Antonio a otro lugar muy lejano, para que este recapacite y olvide sus desvíos y amoríos, ordenándole misiones hasta la ciudad de Lima.
“volveré Maria Cusillimay, esperame” dijo Antonio a su amada con gran dolor, pero con la esperanza de que pronto se reencontrarían en algunos meses, pero por las condiciones de la época, los viajes presentaban demasiadas dificultades, obligando a retrasar días hasta semanas los viajes. Por lo cual Antonio llegando a la presencia del Arzobispo, Antonio fue obligado a cumplir muchos recados y trabajos, cuando estos habían sido terminados, el retorno de Antonio a los brazos de su amada, demoro aún mucho más de lo previsto.
Por lo otro lado, Maria, después del tercer o cuarto mes empezó a sentir y sufrir la ausencia de su amado “ ¿Por qué no vuelves Antonio?” ella se marchitaba más y más con el pasar de los meses, cinco, seis meses sin saber nada de su amado. Lo peor era que cuando ella salía por provisiones, la gente la amedrentaba y la trataba mal, por causa de sus amoríos con un ministro de dios, si su amado hubiese estado con ella, seguramente habría podido combatir ese repudio y maltrato. Se dice que su misma gente, en su pueblo la rechazaban, poco a poco empezó a desesperarse, y oscureciendo más y más sus pensamientos. La soledad la atormentaba, rememorando una y otra vez los momentos felices con su amado, aumentando asi su sufriendo y dolor. Puesto que no eran solo los rechazos sino la idea de que algo le paso a su amado.
Poco a poco las esperanzas se habían terminado, al igual que sus víveres, se negaba en ir a buscar algún trabajo o sustento, pues lo único que ella tenía en mente era esperar a su amado, y así lo hizo, espero a su amado hasta el último suspiro.
En vista de que la domestica no dio más señales de vida durante días, los vecinos entraron a la casa del cura, donde encontraron el cadáver raquítico de la pobre indígena, quien murió a la espera del regreso de su amado Antonio. Lo que causo consternación en la población, por lo que las autoridades, dieron los servicios de entierro en el cementerio comunal. Un par de semanas después del final, el padre Antonio regreso por fin, ataviado de regalos, y con una gran alegría por reencontrarse con su amada Maria.
Pero, grande fue su sorpresa al no encontrar a Maria en la casa, no tardo nada en enterarse de lo que había pasado, puesto que los vecinos le contaron las circunstancias horribles de la muerte de la domestica, en silencio y taciturno escucho todo, mientras su felicidad y dicha se ensombrecieron como su mirada. Triste como a nadie se lo había visto antes, seguía cumpliendo con las obligaciones que su postura de sacerdote de la iglesia le exigían. Pero poco a poco dejo de lado estas y solamente se dedicó a llorar a Maria, componerle poemas y canciones a su bien amada Maria.
Una noche decidio vicitar su tumba, eludiendo a los tunantes y serenos llego al cementerio, y se acerco a la tumba de su amada ya muerta, se cuenta que derramo lagrimas llenas de dolor y angustia, tan terribles que las mismas almas que penaban y las que descansaban en el cementerio sintieron el dolor y sufrimiento del cura. Pronto estas visitas empezaron a repetirse todas las noches, pues era el llamado de su amada que lo obligaba a ir.
Se dice que en la tumba Antonio charlaba con su amada, contándole las penurias de su viaje, las cosas que pasaban en el pueblo en el día. Pero una noche de luna, Antonio decidido a recuperar a su amada, se armó de una picota y de una pala y recupero el cuerpo de su amada, Maria por fin estaba a su lado, a pesar de su macabro aspecto de los restos putrefactos de su amada, Antonio la lleno besos la abrazo, le acaricio sus cabellos, le besaba la frente despellejada, las mejillas descarnadas, le besaba las manos que presentaban ya los huesos, arreglo sus vestidos, le dijo palabras de cariño como si estuviese viva. Hasta el amanecer y tuvo que devolverla a su ataúd.
Antes de enterrarla, le arranco una tibia del esqueleto, luego con gran amor arreglo a su nada sus ropas y cabellos, la enterró y regreso a su casa. Al tener unas manos muy hábiles, convirtieron la tibia de Maria en un hermoso instrumento de viento conocido como quena, una vez terminado, toco en el todas las composiciones que había hecho para ella. Para que la música sea aún más dolorosa introducía la quena en un cántaro hecho de arcilla cocida, primero en la casa parroquial, después en el cementerio, y finalmente, en los suburbios, en los barrancos. Todas las noches se inundaron de la lastimera, lúgubre y acongojante música, que causaba pavor en las personas que a lo lejos podían oír estas espeluznantes notas. El cántaro y la quena junto a su música le valieron a Antonio el nombre de Manchay Phuytu, que quiere decir CÄNTARO DE MIEDO