El siguiente escrito se hace a nombre de nuestro colaborador: Raúl Camarena

Cuando era niño y adolescente en los lejanos 80’s, las películas comerciales abarcaban desde experiencias entretenidas hasta verdaderas joyas de originalidad, concepto y ejecución, como Alien (1979) de Ridley Scott. El setting, el universo, el facehugger, el xenomorfo, y la sorpresiva protagonista y Final Girl (Sigourney Weaver) rompieron esquemas, algo que luego Aliens (1986) de James Cameron expandió con maestría.

Hoy en día, estos elementos son parte fundamental del cine de ciencia ficción, pero en aquella época NUNCA lo habíamos visto. Y no me vengan con lo de Dark Star (1974) de Carpenter, escrita por O’Bannon, el padre de Alien junto con Giger, porque ni siquiera su creador tenía claro lo que estaba haciendo en ese momento. 

Traigo esto a colación porque Alien Romulus (2024) de Fede Álvarez se sitúa entre ambos pilares de la saga, rindiéndoles culto… para bien y para mal.

En la película, un grupo de mineros espaciales, explotados por Weyland-Yutani, intenta extraer unas cápsulas criogénicas de una nave a la deriva, sólo para descubrir que es una estación de investigación atacada por algo que eliminó a toda la tripulación. Un setup ya familiar, repetido en videojuegos como Dead Space (2008) y Alien: Isolation (2014).

El problema de Alien Romulus radica en su apego a la fórmula, lo cual genera una experiencia predecible. Aunque la película respeta el material fuente y utiliza efectos prácticos, cosa que la hace brillar en pantalla, su falta de innovación y profundidad se siente. 

No busco un drama Tarkowskiano, pero sí algo que aporte más allá del terror encarnado en el organismo perfecto, como gran propuesta  del Alien original o la crítica a la ambición humana, sus corporaciones y gobiernos, genialmente expuesta en Aliens.

Un ejemplo de lo poco que la película se atreve a aportar es el personaje de Andy, un sintético más limitado pero también más “humano”, combinando sus habilidades sobre humanas y una conciencia moldeable, con su inherente “inocencia” y lealtad.

Esto es muy interesante, pero no se explora a fondo, ni en el propio Andy ni en las reacciones de Rain(Cailee Spaeny), que lo mira como a un hermano indefenso. No obstante,  Álvarez confirma su habilidad para crear suspenso y espectáculo cinematográfico, pero también lo hace con su debilidad para  desarrollar tramas y personajes con dimensión. 

El resultado al final es una película que, aunque efectiva en sus secuencias de acción y terror, no se queda con uno después de verla. En lugar de ser una obra innovadora, Alien Romulus es como una calca al carbón de una pintura maestra: una copia precisa y talentosa que captura la forma y el estilo, pero carece de la profundidad y el color original.

En resumen, Alien Romulus es una grata experiencia de cine comercial, pero fuera de eso, ofrece poco o nada que no hayamos visto antes o dicho de otra forma, recordando una analogía popular sobre los medicamentos genéricos del Dr. Simi. “Es lo mismo, pero más barato”.