Retro Terror
In Memoriam: Tony Todd (1954-2024).
Por Esteban Raymundo González
Con el tiempo aprendí que, en una película de terror, solo puedes esperar tres tipos de interpretaciones para presentar a un villano: la actuación física (Gunnar Hansen en The Texas Chainsaw Massacre, o Nick Castle en Halloween), la caracterización (Robert Englund en A Nightmare on Elm Street, o Doug Bradley en Hellraiser), y la interiorización (Duane Jones en Night of The Living Dead, o Vicent Price en The Last Man on Earth). Tony Todd tenía la estatura y corpulencia necesarias para intimidar, habitaba los personajes y explotaba su experiencia actoral. No olvidemos que también participó en producciones como Platoon (Oliver Stone, 1986), Bird (Clint Eastwood, 1988) y The Rock (Michael Bay, 1996).
Para el fandom, una de las actuaciones más aplaudidas de Tony Tood en el cine de terror, fue “Candyman” (Bernard Rose, 1992) basada en el inquietante relato The Forbbiden, escrito por Clive Barker, incluido en el quinto volumen de Books of Blood en 1985.
The Forbidden versa sobre una estudiante universitaria que documenta el impacto cultural de los grafitis. Durante su investigación de campo en los edificios de la calle Spector, tropieza con un desconcertante mural que retrata a “Candyman”, entidad ficticia de una leyenda urbana. Más adelante, descubre que “Candyman” es real y está involucrado en una serie de recientes asesinatos en la zona.
En 1978, Clive Barker dirigió una primera aproximación cinematográfica de la leyenda urbana, inspirado en el borrador Hunters in the Snow, realizado en 1973, donde utiliza la cita pronunciada por la reina Gertrudis para despedirse de Ofelia en el cuarto acto de Hamlet: “Dulces para los dulces”.
Catorce años después, Bernard Rose filmó su propia versión de “Candyman”, reinterpretándolo como una presencia repulsiva y seductora, con cierto aire aristocrático. Al principio, los productores se inclinaban por el taquillero Eddie Murphy, pero el director se aplicó y seleccionó a Tony Tood para recrear a Daniel Robitaille, un esclavo injustamente mutilado y linchado por una turba enardecida. La necesidad de vengarse permitió a Robitaille cruzar océanos de tiempo y convertirse en un mensajero de la muerte.
En esta adaptación de atmósfera gótica – acompañada con un emotivo soundtrack, escrito por Phillip Glass – Helen Lyle (Virginia Madsen) indaga sobre “Candyman” y su aparente relación con los brutales homicidios cometidos en Cabrini-Green Homes, desarrollo social construido entre los años cuarenta y sesenta en la ciudad de Chicago. Ella permanece incrédula ante la posibilidad y reta a “Candyman”, invocándolo en cinco ocasiones frente a un espejo. No imaginaba que la leyenda, acudiría a su llamado.
Tony Tood aprovechó las adecuaciones en “Candyman” para actualizarlo en el cine slasher de principios de los noventa: abrigo largo con aplicaciones de borrega, corbata blanca de estilo victoriano, calzado fino de cuero y un amenazador gancho incrustado en su muñón derecho. Este sofisticado guardarropa ocultaba su tórax expuesto, ocupado por una colmena de abejas.
Como dato anecdótico, las abejas empleadas durante el rodaje, eran reales. El criador aseguró a Tood que carecían de aguijón y aconsejó personalizarlas. Los especialistas en efectos especiales cubrieron al actor con feromonas para atraerlas y consiguieron que brotaran de su boca, introduciéndolas manualmente en racimos, sin más protección que un bloqueador bucal para evitar que se asfixiara.
Tony Tood confeccionó un personaje que transmitía la melancolía hostil de Lon Chaney en The Phantom of the Opera (Rupert Julian, 1925), película silente basada en la novela homónima de Gastón Leroux. La interpretación shakespiriana de Tood, resultó un homenaje involuntario a los íconos de la Hammer Films.
A diferencia del resto de sus víctimas, “Candyman” intentó persuadir a Helen y convencerla de entregarse libremente. Quería hundir su gancho en ella y abrirla en canal, pero no sin su consentimiento. Le susurraba insistente, las ventajas de la inmortalidad. En este sentido, la voz grave y cavernosa de Tony Tood, robusteció el romanticismo decadente y seductor del vengativo espectro.
Las entregas posteriores (Candyman: Farewell to the Flesh en 1995 y Candyman III: Day of the Dead en 1999) ofrecieron datos que enriquecieron la mitología de “Candyman”, aunque ninguna superó la incomodidad opresiva de la primera. A pesar de esto, los fans nunca dejaron de ver en “Candyman”, una mortífera sombra, cuya desolación y tristeza, solo era comparable con su crueldad y apetito por la sangre.
En 2021, Nia DaCosta dirigió una secuela bastante aceptable de “Candyman”: regresó a Cabrini-Green Homes, retomó el lore de la primera película, agregó algunos detalles macabros y rindió un tributo a Tony Tood con un cameo final, caracterizado como el personaje que estremeció a toda una generación.
Los primeros años del siglo XXI fueron dominados por los remakes, sagas slasher, y el cine de Rob Zombie. En el año 2000, Scream iba por su tercera entrega y continuaba generando ganancias: la primera película recaudó 173 millones de dólares y la segunda más de 172. El interés por los slasher juveniles resurgió y Tony Tood estaba allí.
Final Destination, inspirada en un guión originalmente escrito para la serie The X-Files y piloteada por James Wong, presentaba a un grupo de estudiante que se salvó de un accidente aéreo, gracias a las premoniciones de Alex Browning (Devon Sawa). Un mes después del trágico suceso, los sobrevivientes comenzaron a caer como moscas en extraños accidentes. Browning y otra de las supervivientes, Clear Rivers (Ali Larter), siguieron un rastro de migas que terminó conduciéndolos hasta el sombrío William Bludworth (Tony Tood), propietario de Bludworth Funeral Homes.
Tony Tood personificó en esta ocasión, a un adusto embalsamador que conocía el resplandor de la guadaña de la Muerte y sus reglas: “La Parca tiene un designio, no puedes cambiarlo. No intentes engañarla, ella siempre concluye su trabajo”. Aunque sus intervenciones en Final Destination y Final Destination II (David R. Ellis, 2003) apenas duraron unos minutos, funcionaron para resolver el principal problema que enfrentaban los protagonistas: sobrevivir por segunda vez a la muerte.
En Final Destination III (James Wong, 2006), Tony Tood prestó su voz a la escultura de Satán y al maquinista del tren y volvió con su personaje de William Bludworth para Final Destination V (Steven Quale, 2011). Al parecer, el actor nos dejó una última aparición en Final Destination: Bloodlines, película que se estrenará el próximo año.
Entre tantos remakes y reebots, pasaron inadvertidas dos películas del más puro estilo gore: Hatchet y Hatchet II, ambas realizadas por Adam Green en 2006 y 2010, cuyo homicida serial era Víctor Crowley, interpretado en la tetralogía por Kane Hooder, quien encarnó a Latherface en The Texas Chainsaw Massacre III y Jason Voorhees en cuatro de las secuelas de Friday the 13th.
Tony Tood apenas tuvo una presencia marginal en la primera película de la saga, como el excéntrico Reverendo Zombi, un empresario local que ofrecía tours nocturnos en los pantanos de Luisiana. Esperó hasta Hatchet II para elaborar con más cuidado al personaje, dotándolo de una personalidad histriónica, tramposa y manipuladora.
El Reverendo Zombi confirmó la existencia de Crowley, tras la masacre de un grupo de turistas. Preocupado por el impacto que esto tendría en sus bolsillos, convocó a una partida de cazadores de cocodrilos para organizar una expedición al Bayou y hacerse cargo del asesino. La empresa no salió como lo esperaba y no tuvo otra opción que enfrentarse a Crowley, quien acaba destrozándolo.
Tony Tood trabajó en más de cien películas, actuó en los escenarios de Broadway y en series de televisión como Star Trek: The Next Generation, Star Trek: Voyager y Star Trek: Deep Space Nine. Además, interpretó a varios personajes en la industria de los videojuegos. Falleció el pasado seis de noviembre, a los 69 años en su casa de Los Ángeles. Este artículo es un homenaje póstumo a su extraordinaria carrera cinematográfica: We’ll see you son, Tony.
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Seamos.