El cine de género está atravesando un momento de brillante renovación, alejándose de los antiguos tropos de niñas poseídas y casas embrujadas para explorar nuevas inquietudes. Hoy, el verdadero monstruo es el ser humano, el enemigo de sí mismo. Películas como It Follows marcaron el cambio, reflejando las ansiedades modernas de las generaciones millennial y centennial, que buscan un horror más personal. En este contexto, La Sustancia, dirigida por Coralie Fargeat, ofrece una propuesta audaz y perturbadora que se centra en la obsesión por la juventud y el implacable paso del tiempo.
Coralie Fargeat, tras su explosivo debut con Revenge (2017), regresa con una historia que aborda las ansiedades de la vejez y la obsolescencia en un mundo que idolatra la juventud. La protagonista de La Sustancia es una antigua estrella de Hollywood (Moore), cuyo brillo ha quedado relegado a los márgenes de la industria. Despojada de su estatus y relegada a hacer videos de aeróbicos de estética brillante y artificial, sufre el golpe más cruel: ser considerada “demasiado vieja” para continuar en el negocio del entretenimiento. Este choque entre generaciones, donde la juventud parece ser el único pasaporte válido para la relevancia, da inicio a una reflexión amarga sobre el paso del tiempo y las crueles exigencias de la sociedad contemporánea.
La trama gira en torno a «La Sustancia», un misterioso y codiciado elixir que ofrece el sueño imposible: recuperar la juventud, pero solo durante siete días. Estos breves periodos de rejuvenecimiento deben alternarse con siete días en su cuerpo real, envejecido, una realidad que la protagonista no puede evitar ni escapar. Este ciclo, presentado de manera brutal y artística, da lugar a un espectáculo visual grotesco pero cautivador, en el que las transformaciones corporales son tan impactantes como las emociones subyacentes.
La película utiliza los efectos prácticos clásicos del body horror, donde los cambios físicos se presentan con una crudeza que resulta visceral y perturbadora. Cada momento de juventud es glorioso pero frágil, y las consecuencias de romper las reglas del ciclo se vuelven cada vez más catastróficas. Fargeat sabe cómo jugar con los extremos, intensificando la tensión y el caos a medida que la protagonista se ve consumida por su deseo de prolongar lo inevitable: la caída hacia una realidad a la que se resiste a regresar.
Demi Moore, quien le da un resignificado a la película con este personaje, realiza un retorno espectacular con esta película, entregando una de las mejores actuaciones de su carrera. Su personaje, una mujer que se aferra desesperadamente a su juventud perdida, se convierte en el eje emocional de la película. Moore transmite con una intensidad desgarradora el dolor y la rabia de alguien que ha sido desechado por la sociedad y que lucha contra la cruel realidad de su cuerpo envejecido. La vulnerabilidad física y emocional que aporta a su papel es impresionante, y su presencia en pantalla eleva el tono de la película hacia una reflexión profunda sobre la belleza, la fama y el tiempo.
Visualmente, La Sustancia es deslumbrante. Fargeat logra un equilibrio perfecto entre lo grotesco y lo artístico, creando una estética única que fusiona los colores brillantes de los videos de aeróbicos con la oscuridad del body horror. Las transiciones entre los estados físicos de la protagonista están coreografiadas de manera magistral, brindando al espectador una experiencia inmersiva y perturbadora.
En conclusión, La Sustancia es una pieza de horror contemporáneo que explora de manera brillante las ansiedades modernas sobre la juventud y la identidad. Con una narrativa audaz y una ejecución visual impecable, Fargeat ofrece una película que desafía los límites del género y ofrece una reflexión brutal sobre el precio de la juventud. Un cine de terror que incomoda y fascina por igual, llevándonos a confrontar nuestras propias preocupaciones sobre el paso del tiempo y la inevitable realidad que enfrentamos todos.