Los duendes son criaturas de distinta índole en las diferentes culturas, conocidos en casi todos los países, ya sea como criaturas traviesas y buenas o criaturas de maldad pura, esta segunda concepción se le d en Bolivia donde la costumbre habla sobre duendes malignos, terribles y taimados.
Esta es una historia real, la conozco desde niño, pues por varios y varios años fui testigo de eventos extraños, que no me sucedían a mí, sino a mi hermano. Como el titulo menciona, es la historia de un duende quizás malvado que persigue a mi hermano desde nuestra infancia, desde la década de 1990, exactamente no recuerdo que año pues era yo muy pequeño hasta nuestros días.
Todo ocurrió en un campamento minero en la ciudad de Potosí, vivíamos en una casa un poco grande, la mas grande del campamento, bueno éramos también la familia más grande del campamento; retomando el tema, la casa era bastante espaciosa, incluso era la única que tenía un enorme cuarto de juegos, del cual decían que antes de ser construida la casa, ahí estaba la panadería del campamento, donde antes había un enorme horno de barro; detalle que se hace hincapié puesto que en la cultura boliviana se cree que los duendes proliferan en este tipo de hornos.
Pues bien, como imaginaran, el acceso al enorme cuarto de juegos era imposible en las noches, pero según me contaron mis padres por recomendación de la anterior familia que vivió ahí si no dejábamos los juguetes en ese cuarto los duendes se enojarían y vendrían por nosotros: y a pesar de yo tener 3 o 4 años aún recuerdo las tortuosas visitas al baño en las noches, pues teníamos que pasar frente al cuarto, escuchando como los duendecillos jugaban con las pelotas de futbol, básquet y con un carro tipo volqueta hecho de plancha que hacía mucho ruido al moverse, el miedo era terrible, íbamos al baño todos en fila, mi padre a la cabeza seguido por el mayor de mis hermanos, luego los menores en medio y atrás el segundo mayor (recalcando que los dos hermanos mayores eran adolescentes, pero ya muy sagaces y valientes) y mi madre al final todos armados con cinturones, espejo o peines; artefactos que según la cultura sirven para espantar e incluso eliminar a las criaturas malignas. Esto era por temor a que los duendes puedan secuestrarnos.
Pero uno de mis hermanos mayores, a quien llamaremos Arturo que en aquel entonces era un niño, y que estaba muy encariñado con una de sus pelotas, no recuerdo cuál de ellas, un día decidió no guardarla en el cuarto de juegos. Aquella noche no sonaron las pelotas ni los juguetes, pero a la mañana siguiente aparecieron las pelotas con chichones y algunos juegos estropeados. Por lo cual luego de ese día, guardamos todos los juguetes sin excepción en el cuarto de juegos , aun así según recuerdo los duendes empezaron a atormentarnos, incluso intentaron llevarse a mi hermanito menor que era un bebe. Motivo por el cual nos cambiaron de casa, siendo nosotros la última familia que moró en ella.
Nos llevaron a otra casa a unas cuadras de distancia, una en la que no teníamos que temer a los duendes, excepto por mi hermano Arturo, quien algunas noches tenia pesadillas, y malos sueños, y en una ocasión mis padres contaron que un duende intento llevárselo, pues lo encontraron lejos de casa y de la escuela, jugando en unas pocilgas junto a unos cerdos, y al momento de llevarlo a casa mi hermano reclamo a mis padres por “no haber llevado también a su amigo”. Sin embargo, por motivos de la Relocalización de los mineros, fuimos desplazados a otra ciudad a un asentamiento en la ciudad de Cochabamba, el cual por era un barrio pobre, muy pobre. Vivimos así, pero pasados algunos años, en una quebrada que se encuentra a unos metros de nuestra casa encontramos una estatua de un duende de acero, al que llamamos cariñosamente “el duende Cuinsi” pero una vez que este llego a casa regresaron las pesadillas para Arturo, quien ahora era ya un adolescente, aun mas sagaz que los 2 mayores, igual de valiente que ellos pero no tan astuto; como habíamos caído en la mas vil de las pobrezas al igual que la mayoría de los mineros relocalizados, yo dormía en la misma cama de Arturo de modo que veía, como el sufría en sueños, gritaba y despertaba de súbito, incluso a veces se ahogaba, hasta en una de esas también los menores empezamos a sufrir los malos sueños y la persecución de una sombra, con la forma y tamaño del pequeño amuleto llamado Duende Cuinsi, lomas aterrador eran los susurros en las noches.
Todos culpamos al duende Cuinsi, y una mañana, lleno de terror, pero dispuesto a terminar con todo, tome al pequeño muñeco de acero y lo lleve al mismo lugar donde lo encontramos y lo enterré pero meses después reapareció en nuestra casa. En un segundo intento lo arroje a un pozo ciego que teníamos en casa, pero también logro salir, luego de este segundo intento de deshacerme de él, el duende intento llevarse a mi hermana más pequeña. Al final lo lleve muy lejos a un cerro, donde junto a unos amigos del barrio que me acompañaron enterramos al duende. Y realmente los acosos y molestias se detuvieron por siempre en nuestra casa. Pero no fue así para Arturo, quien se fue a vivir a otra ciudad que no mencionaremos, pero que nos contó que muchos años después ya en su vida de adulto y familia empezó a sentir los acosos del duende Cuinsi. Hizo bendecir su casa, pero esto solo aminoro los acosos, por motivos de trabajo se fue a vivir a otra región del país, donde el insistente duende lo encontró. En una ocasión cuando lo fui a visitar pude reencontrarme con el duende Cuinsi (aclaro que tuve demasiadas experiencias de este tipo y eso me dio cierta sensibilidad con estas criaturas o espíritus), al ver su pequeña sombra; la misma de la pequeña estatua de acero, que se me quedo clavada en la retina, intente asustar a la sombra usando mi cinturón, golpeando con el mismo en las direcciones donde sentía y veía a la pequeña sombra, en efecto se fue. Pero aun a la fecha, el sigue visitando ocasionalmente a mi hermano, causándole solo pesadillas, al parecer nunca lo dejará en paz.