Desde adentro
Enviado por Ayurami
Era invierno, estábamos pasándolo muy mal. El frío y la economía me la estaban jugando, pero era un día muy feliz y especial: era el cumpleaños de mi novia, mi tormento bonito.
Hice preparativos para irnos ese fin de semana a pasarla lindo en una cabaña en un lago cercano. El alquiler no era tan costoso y trabajé mucho para darnos ese gusto. Pero antes, le daría una sorpresa a mi amorcito: adornaría su habitación con globos y flores, como dicen que es la tendencia.
Tomé mi bolsa con los artilugios, me dirigí al sitio y entré a hurtadillas a su casa. Ella, mi princesa, es una chica valiente, ruda y fiera. Me tiene idiotizado, por cierto. Ella estaba en la universidad y su mamá estaba en el hospital, trabajando. Su mamá es introvertida, observadora, pero amable; de hecho, mi actual trabajo como camillero me lo ayudó a conseguir. En fin, debía ser rápido: entrar, adornar y salir. Pero en eso, llega su mamá. ¡Imagínate que me vea ahí! Salí corriendo y entré deprisa en un desván para ocultarme.
Me detengo un momento. Está bien oscuro, no logro ver nada, y cuando me giro para seguir adentrándome, mi cara se estrella contra algo. Tropecé y ¡crash! caí. Creo que me rompí un brazo. No veo nada, pero tampoco lo puedo mover. Ahogué mi grito y me quedé ahí. Dejé que pasara un rato a ver cómo lograba acomodarme, pensé.
Qué cansado es todo, qué torpe soy de veras. ¿Cómo voy a caer ahí, si antes estuve aquí con mi amor, haciendo delicias? No recuerdo un muro que estuviera ahí. Bueno, ya fue.
Creo que me dormí un rato porque de repente escuché a mi novia afuera: «¡Espera amor, voy a salir..!» Quise decirle, pero no me salió la voz, no oigo mi voz ni me puedo mover, no sé qué pasa… tampoco puedo gritar. ¿Será que me rompí algo importante? Tal vez con la caída pasó algo malo. No quería pensar nada negativo, mejor buscaba la manera de saber qué ocurría. ¿Será que es de noche ya? ¿Por qué se oía preocupada?
Estuve tratando de mover algo, gritar para que sepa que estoy aquí, pero no lo logré. Esa oscuridad no me dejaba ver nada.
Creo que otra vez me dormí, porque dejé de oírla, pero ahora, la oigo hablar por teléfono de poner carteles de «se busca». «Pero amor, ¡estoy aquí!» ¿Cómo hago para que sepa que estoy aquí?
Sigo sin poder moverme… y la oía llorar… pensaba en lo que estaría pasando afuera. ¿Cuánto tiempo habrá pasado? Me empecé a asustar de que nadie me oiga, ni me vea, ni me encuentre nunca… si tan solo alguien abriera esta puerta… estaba tan cansado de intentar moverme… pero de un momento a otro, ¡se veía claridad! Debe ser de día, afuera están hablando, alguien lloraba y se oía alejarse un auto… no sabía qué hacer…
¡Espera! Con la claridad de afuera logro ver algo. ¡Son pequeñas cositas que se mueven delante de mí! ¡Vamos adelante! ¡Corran! Busquen la luz, pequeños bichos, salgan. ¡Salgan, si alguien los mira tal vez abran esta puerta!
En eso, se oyen pasos…
Pensé, si viene ella, ¡va a encontrarme!
Se abre la puerta.
Era la mamá de mi novia.
Me mira sin sorpresa mientras rocía ambientador. Lleva consigo un bate, envuelto en envoplast, que dejó a un costado, una escoba y un saco de cal, el cual vacía encima de mí y barre hacia dentro los gusanos que se han estado escapando. Otro poco de ambientador y cierra la puerta.
Nunca me cayó bien esa señora, sopesé.